miércoles, 29 de agosto de 2007

Andaluces en América

A Chile llegaron los andaluces trayendo la sal y el sol de Arabia en los labios. Con su mentalidad creadora de leyendas divisaron por el camino “la cuidad de los Césares” y van en busca del “Dorado”. Es la gente sacada de los cuentos de “Las Mil y Una Noches” la que viene tirando a manos llenas la cultura del oro, de sus mágicos y fabulosos imperios. Todavía no se acostumbran a sus nuevos nombres, todos se llaman por el mote o el apodo, y con la alegría de vivir un día más, para donde miren sus ojos no ven más que azúcar, canela y clavo. Ante el asombro de la población de los caseríos indígenas va pasando la bulla y la algarabía de la eterna caravana y cada vez que hacen un aro en el camino les quedan resonando las sonajas, campanillas y cascabeles con que acompañan el vocerío musical de sus cantos.
Junto a los rasgueos de las arpas y guitarras repican los platillos y panderos. Los tonos altos con el joyerío ondulante del arabesco hacen que las coplas y siguiriyas con las alas de la música vuelen y revuelen por el aire y, llevando el compás de 6x8 con las manos, avivan el bullicio alegre de las zambras moras mientras que los bailarines van tejiendo el 8, ruedas y medias lunas. Son los sobrevivientes de la más preciosa cultura que floreció en las provincias andaluzas de los Omeyas, y que vienen tañendo los mismos instrumentos con que alegraron las sonadas fiestas de los faraones y de los califas.

Fernando González Marabolí

Fuente: Claro, Samuel. Chilena o cueca tradicional. Santiago, Ediciones Universidad Católica de Chile, 1994.

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