miércoles, 7 de octubre de 2009

El Huaso Altamirano

El Huaso Altamirano:

Su historia en tonadas
Don Egidio Altamirano lleva 24 años tocando canciones antiguas a pedido en el restorán Las Tejas de San Diego. Siempre con su acordeón a cuestas, ha sido testigo de los cambios en los gustos de los clientes a lo largo del tiempo, y es miembro estable del conjunto de cueca de Daniel Muñoz. Aquí cuenta parte de sus secretos para mantenerse vigente y activo a los 70 años.

“Shii, la pintita. ¿Vai a un matrimonio, Altamirano?”, le preguntan a don Egidio. Él sólo sonríe y toma su acordeón. Falta un par de horas para el lanzamiento del disco de Daniel Muñoz y los “3x7 veintiuna”, así que, mientras unos empleados barren el piso, otros prueban los micrófonos y otros terminan de atender a quienes piden más y más pipeño junto a la barra.
En su condición de músico estable del restorán Las Tejas, en San Diego 236, “El Huaso Altamirano” es una figura reconocida del lugar. Es habitual que, entre los barriles y cuadros populares que decoran el local, se oiga su acordeón y un canto gastado. Más aún hoy cuando, como miembro oficial de los “3x7 veintiuna”, tocará en vivo con ellos las cuecas que han hecho conocido al grupo.
“Yo soy Egidio Altamirano y su acordeón piano, directamente desde el gran restaurant parrilla Las Tejas de San Diego. Toco tangos, valses, boleros, rancheras, corridos, pasodobles, pasillos, sambas, cuecas, tonadas, merengues, baladas, cumbias, rocanról, fox-trot, salsas…”
A Egidio le gusta enumerar las cosas. Y es que tiene mucho que contar: de sus 70 años, 40 lleva dedicado a la música, y 24 de ellos tocando acordeón en Las Tejas, “amenizando el almuerzo y amenizando la cena”, como dice. Pero sólo de lunes a sábado, “porque los domingos se descansa”. Su método de trabajo consiste en cantar “a pedido”, yendo de mesa en mesa, de comensal en comensal.

¿Dónde trabajó antes de llegar a Las Tejas?
Uuuf, yo trabajé en los locales más famosos de Chile. Trabajé en Tarapacá, Bodegón, Hostería Providencia, Chito Faró, Capri, El Pollo Bravo, La Quinta de Caldera, La Quinta de Quilicura, El Germania… todos esos lugares que ya se acabaron. Aquí originalmente había un guitarrista, pero después se fue, me enteré que había una vacante y ocupé su lugar.

¿Qué es lo que más le gusta de trabajar aquí?
La gente que viene acá, que es toda seleccionada y me valorizan lo que hago yo, me aplauden y me pagan.

¿Por qué ese público es seleccionado?
Porque es todo parejo, aquí llegan universitarios, gente del ministerio, empleadas particulares, empleados fiscales, llegan familias enteras con guaguas y con niños, llegan de la fuerza aérea, llegan militares… es un establecimiento completamente selectivo, de toda capacidad de trabajo, de empresas, de todo.

¿Qué música le piden?
Lo que más me piden son boleros, porque les traen recuerdos de las cosas que les han pasado. Pero como ahora se está tirando para arriba la música chilena gracias a la cruzada de don Daniel Muñoz, muchos están pidiendo tonadas y cuecas. Así el público se está volviendo a integrar en la música chilena.

Es que ya no hay muchos locales que tengan ese tipo de música…
Sí, me acuerdo que “El Pollo Bravo” era famoso por poner música chilena. Pero después se murió el dueño y se terminó todo. Ya no había establecimientos que pusieran música chilena. Y todavía no hay.

Acordeón a pedido

Altamirano tiene un horario intenso en Las Tejas, de 2 a 4 y media de la tarde, y de 6 y media a 9 y media de la noche. Los viernes es aún peor: el local se repleta desde la 1 y media de la tarde hasta las 12 de la noche. Pese a su edad, pasa gran parte de ese tiempo de pie, cargando su acordeón Meistehaft rojo de 11 kilos. “Hay que quedarse porque se va renovando más rápido la gente, y hay que complacerlos a todos los que pidan más, aunque sea hasta las 12 de la noche”, dice.

¿Cómo lo hace para trabajar tanto? ¿No se le repiten las canciones?
Yo trabajo por pedido porque tengo repertorio para hacerlo. No soy como esos músicos que hacen una salida pa’ todos y después estiran la manga. El que no tiene repertorio se va a otro local y hace lo mismo siempre, pero yo no tengo necesidad de recorrer. Lo mismo que ganan ellos en tres locales lo gano yo en uno. Yo espero aquí nada más que se renueve el público, y a medida que se va renovando me van pidiendo música.

¿En qué otros lugares ha estado actuando?
Estuve con el ministro Puccio haciendo un evento en la Moneda por el lanzamiento del diario de la cumbre Huachaca, hace como cinco años. Y en Casapiedra con mi conjunto norteño y de huaso. También toco para los rodeos. En 30 años he ido a 50 rodeos, desde Vallenar hasta Osorno, con todos los intermedios: Temuco, Valdivia, Victoria, Pucón, Chillán. Y de por aquí, Lonquén, Putaendo, Las Condes, La Cisterna, Lampa, Calera, Limache, Llay Llay, Litueche, El Nogal, El Melón, Los Andes...

Se interrumpe un momento porque una pareja le pide una canción. Es “Ella ya me olvidó”, de Leonardo Favio, y don Egidio la va a tocar a su mesa con la maestría de quien lleva años haciendo lo mismo. Luego de eso, recibe un aplauso no sólo de la pareja, sino de todo el restaurant.

“Me gustaba el cachacascán”

Ahora retrocedamos unas décadas ¿Cómo fue su infancia?
Uuuh, la infancia mía fue fabulosa. Yo soy porteño, pero viví en Quilpué, en Viña, en Valparaíso, toda la vida metido en las olas y en Quilpué metido en los esteros. Comiendo de lo mejor del mundo, nada de chatarra. Toda una vida llena de alimentos vitamínicos.

¿Tan sano para alimentarse? ¿Era deportista?
Sí, a mí me gustaban todos los deportes. Gracias a eso cultivé mi cuerpo para poderme este acordeón de 11 kilos, y estar de pie varias horas sin que me pase nada en la columna ni nada, a mis 70 años. Yo era barrista, levantador de pesas, gimnasta, atleta, corredor, ciclista, futbolista, basquetbolista, boxeador, luchador…

Perdón, ¿dijo luchador?
Sí, me gustaba el cachacascán, que era como “Los titanes del ring”, pero más antiguo. Pero un día mi papá me dijo: “oye, si eso es puro teatro no más, está todo arreglado”. Y yo no le creía, pero era verdad. Y yo todo entusiasmado pensando que peleaban de verdad…

¿Y cómo se acercó a la música?
Me metí a la música por un compañero que era amigo de mi hermana. Llegó con una guitarra a mi casa, y yo tenía un acordeón que mi papá había traído de Alemania, porque mi papá era marino. Y ahí empecé a intrusear con los instrumentos.

¿Tuvo estudios formales de música?
Estuve tres años en el conservatorio, los años de la UP. Me retiré porque aprendía más escuchando que leyendo. Aparte de eso aprendí solo, no tuve maestros acordeonistas. Me adapté a todo lo que me decían los capos de esa época, en saxo, en trompeta, en guitarra. Y ahora yo doy clases.

¿Tiene algún hijo o nieto que le quiera seguir los pasos musicales?
No, menos mal que ninguno me salió músico, aunque a una nieta mía le gusta la danza. Ojalá se le pase pronto.

Justo en ese momento, Daniel Muñoz ingresa al restorán, rodeado de gente. Luego de hablar con el dueño, va directamente a saludar a don Egidio, como colega músico que es.
Mientras, el acordeón de Altamirano aún resuena en el aire de Las Tejas, entre el vaho del licor y el tabaco, con su tono de tiempos ya pasados:

Roto chileno, guapo y sufrío
Has sido por la vida nunca vencido
En cien batallas, la vida entera
Entrégate con gloria por tu bandera.


La Villa de don Egidio

Don Egidio no sólo puede hablar de música, sino también de historia. Esto porque fue fundador de la Población La Pincoya.
¿Cómo empezó todo eso?
Con mis colegas artistas nos hicimos amigos de un funcionario de la Municipalidad de Palmilla, y él nos ofreció si queríamos inscribirnos para los sitios que iba a haber en La Pincoya. Esto fue en 1969, en el gobierno de Frei. Y con mis compañeros nos inscribimos, y resultó, pero no como habíamos querido, porque originalmente La Pincoya no iba a ser Población: iba a ser Villa. Y como yo trabajaba en los mejores locales de Santiago, tenía la plata para pagar tremendas cuotas por el sitio. Cuando lo inauguraron el cartel decía “Villa La Pincoya”. Pero después en el gobierno de Allende echaron abajo el cartel y pusieron uno que decía “Población”.
¿Por qué hicieron eso?
Nadie sabe. No fue como habíamos pagado nosotros, pero igual quedamos bien porque está todo urbanizado, moderno y con locomoción hasta las 5 de la mañana. Antes era puro barro, puras plantaciones. Eso sí, si ahora fuera Villa, ¡puf!, estaríamos como condominio.
¿Y qué pasó después, cuando vino el golpe?
Ahí quedó la escoba. Allende le había dado a un montón de patos malos de Cerro Blanco la posibilidad de pagar un moco por tener un sitio en La Pincoya. Entonces, cuando llegaron los militares, sacaron como dos buses de gente, menos mal. Por eso esa limpieza estuvo buena, aunque lo que pasó después no.
¿Todavía vive en La Pincoya?
Sí, como todos los que la fundamos. Fue después que eso se llenó de viviendas desde el cerro, donde está la Cordillera de Colina que nos protege de los climas malos.

Francisco Ormazábal

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Los insospechados mundos de los últimos emblemas de la cueca urbana

Son los maestros de la cueca y han sido rescatados al estilo "Buena Vista Social Club":

Los insospechados mundos de los últimos emblemas de la cueca urbana

Aprendieron el oficio de sus padres o, simplemente, en la calle. No han pasado por los mejores conservatorios del mundo, pero tocan y cantan como ninguno. Durante décadas se presentaron en bares y tabernas marginales y hoy llenan locales del barrio alto de Santiago. Es la historia de una generación de cuequeros en extinción que actualmente hace bailar a Chile los 365 días del año.

Fue en la Teletón del año pasado. Sobre el escenario, un supergrupo constituido por lo más granado de la cueca urbana: "Los cracks de la cueca". Pepe Fuentes y su señora María Ester Zamora. Los acompañaba el único sobreviviente del emblemático grupo "Los Chileneros", Luis "Baucha" Araneda, un cantor de raza, de la vieja-vieja escuela. También estaba el gran instrumentista de "Los Paleteados del Puerto", el baterista y cantor Elías Zamora. Entre todos... sumaban 300 años.
Ignacio Hernández (30), un acordeonista de la nueva generación, se encargó de juntarlos. "Ese momento fue lo más cercano a nuestro propio Buena Vista Social Club", relata el músico. Hernández se refiere al fenómeno planetario que resultó ser el trabajo del productor y guitarrista Ry Cooder y del director de cine Wim Wenders, que a fines de los '90 viajaron a La Habana para rescatar el trabajo de un legendario grupo de músicos cubanos de entre 80 y 90 años. Tal fue el éxito, que el disco ganó un Grammy, el documental fue visto por medio mundo y los músicos sobrevivientes siguen dando conciertos por todo el planeta.
Lo de la Teletón no fue fácil: "Es muy complicado reunirlos a todos: algunos son medio mañosos, pero valió la pena. Fue quizás el último momento en que todas esas leyendas compartieron escenario", relata Ignacio Hernández.
Encima del plató no había señores con poncho y sombreros de huaso, ni señoras con vestidos floreados. Sí había ternos, zapatos bien lustrados y uno que otro pañuelo en el cuello. Lo que cantaban "Los cracks de la cueca" era cueca urbana, de ciudad, con otros temas, otros timbres de voz, diferentes a los de la cueca rural, más conocida a nivel masivo.
"Una cueca urbana nunca repite sus frases", dice Julio Alegría, estudioso del género y miembro de Aparcoa, grupo que llevó la primera cueca urbana al Festival de Viña del 72 donde obtuvo un segundo lugar. "Esa inocencia del mundo rural tampoco está, porque las letras van de la mano de historias de viejos barrios: La Chimba, Independencia, el barrio Estación. Son historias fuertes de conventillos y casas de remolienda. Pero, ojo, en una cueca urbana o brava nunca se dice un garabato. Todo se camufla con ingenio", señala el padre de la actriz Sigrid Alegría.

El documental clave

Los Chileneros del Baucha y el fallecido Nano Núñez también tuvieron su renacimiento. En 1998, el ex integrante del grupo De Kiruza Mario Rojas realizó un documental con la formación original del grupo. Se llamó "La cueca brava de Nano Núñez". "La gente que lo ve dice que es como el documental de Buena Vista Social Club en versión chilensis", señala Rojas, uno de los grandes rescatistas de la tradición cuequera.
Lo corrobora Hernández: "Ese fue el germen para que empezaran a salir bandas de cueca urbana como Los Santiaguinos, Las Capitalinas o Los Tricolores". "Todos quedaban impresionados con estos señores y quisieron seguir la tradición". Las colaboraciones de Los Tres con Lalo Parra, Pepe Fuentes, Rabanito y otros músicos de vieja cepa también contribuyeron al fenómeno.
La tarea está hecha: aunque los emblemas de la cueca urbana no dan vueltas al globo ni se han llenado de millones como los cubanos, han logrado que en Chile se escuche y se baile cueca todos los meses, no sólo en septiembre. Venden discos, tienen fans, ofrecen conciertos que se llenan y son los íconos para toda una generación de nuevos cuequeros. Sitios tradicionales como "El Huaso Enrique" hoy en día no dan abasto con tanta gente zapateando. El ecléctico bar "Catedral", uno de los sitios de moda en Santiago, también organiza ciclos de cuecas. Es la resurrección de los cracks...los cracks de la cueca sin chinas ni chupallas.

Pepe Fuentes (78) y María Ester Zamora (61):

Los maestros de Avenida Matta

De todos los cuequeros urbanos, Pepe Fuentes es el de perfil más académico. Si el "Baucha" destaca como cantor, Pepe Fuentes, con sus 78 años, destaca como arreglador y compositor de excelencia gracias a sus estudios formales de música durante una larga temporada viviendo en Argentina. "Quizás es el que más ha sabido administrar el renacimiento de la cueca urbana", dice Ignacio Hernández. "Él ha tocado varias veces con Los Tres, tiene una noche semanal en El Liguria y su casa es un templo para los cuequeros". El próximo fin de semana, por ejemplo, al igual que en años anteriores, estará en la Yein Fonda.
En eso lo ayuda su mujer, María Ester Zamora, hija de una leyenda de la cueca urbana, don Segundo Zamora. Ambos son una dupla consolidada y reciben a la cofradía cuequera en su casa el primer domingo de cada mes. "María Ester es una gran cantora, pero su rol más importante ha sido mantener vivo el legado de su padre", dice Julio Alegría.
Pepe y María Ester representan el lado más amable de la cueca urbana, una cueca de brazos abiertos donde no sólo hay fiesta alrededor del canto. Es en esa casa de Avenida Matta que se mueve todo un circuito de la cueca: ensayan bandas, se organizan eventos y se mueve la máquina. Pero, además, se traspasan las lecciones.
"Don Pepe me dijo que tenía condiciones cuando me vio tocar", cuenta Ignacio Hernández. "Me ofreció hacerme clases. La primera vez que fui a su casa pregunté cuánto me cobraba. Me dijo que era gratis, que era su misión traspasar su conocimiento".De Pepe Fuentes desciende una tradición de cueca urbana más melódica, con arreglos más refinados. Grupos como Altamar han llevado esa sonoridad a generaciones nuevas de músicos. Su grupo, "Los Pulentos de la cueca", en el que están María Ester Zamora y Jorge Montiel, fue la llave de entrada para que Álvaro Henríquez lo contactara para aprender a tocar el pandero. No sabía que detrás del instrumentista bajito y de lentes había un músico de calaña insospechada.

Rafael Traslaviña (88):

El mago del piano

Es un emblema para los nuevos cuequeros, el mejor instrumentista vivo. Aunque ya no toca el piano en público, a sus 88 años sigue tocando en un viejo teclado de su casa de Macul.
Traslaviña fue un pianista de cuecas de excepción. Aunque venía del mundo del jazz, un vecino que trabajaba en un sello lo llevó a una sesión de grabación. Traslaviña era joven y encajó de inmediato. "En esa época había que ser realmente excelente para grabar", dice Hernández. "Se grababa todo en una sola toma y los ripios no se podían maquillar. Los que tocaban eran los mejores".
En el contexto de la cueca urbana, el que toca el piano es fundamental. "Es el que lleva todo el peso de la melodía, todo se construye alrededor de él", dice Julio Alegría. "Traslaviña tenía un estilo muy particular en el que acariciaba las teclas con mucha rapidez. La introducción en piano de 'La consentida' es suya".
Su trabajo ha quedado plasmado en diversos discos: Los Chileneros, Roberto Parra, Los Tres, hasta el último CD del "Baucha" (2005).

Elías Zamora (78):

El paleteado del puerto
Es uno de los grandes representantes de la cueca urbana de Valparaíso. Baterista y cantor de 78 años, es parte fundamental de dos grupos porteños emblemáticos: el trío "Los Paleteados del Puerto" y "La isla de la fantasía".
"El tío Elías es el mejor baterista que va quedando", dice Ignacio Hernández. "Tiene mucho sabor, mucho swing para tocar".
Es un itinerante de los bares porteños con tendencias cuequeras, como El Cinzano y el Rincón de la Guitarra. Antes, fue parte fundamental de la bohemia tocando en cabarets y quintas de recreo. Zamora es el reflejo de la cueca urbana del puerto: barrial, ruda, pero que a diferencia de la de Santiago, integra elementos rítmicos de otros países.
Su legado ya se aseguró para unos cuantos años. Además de mantenerse vigente en los circuitos cuequeros y de haber ganado un Apes y un Altazor junto a Los Paleteados del Puerto, "La cueca del Bicentenario", de los mismos Paleteados, fue elegida como la cueca oficial de los 200 años de Chile por la comisión Bicentenario.

Luis Araneda el "Baucha" (82):

El rey cantor

Fue la primera voz de Los Chileneros, el primer grupo en grabar un LP de cuecas urbanas en 1967, y el único sobreviviente. "Los Chileneros fueron como los Beatles de la cueca urbana", cuenta Ignacio Hernández, acordeonista de la nueva generación de cuequeros. "Tremendamente talentosos, con grandes egos y buenos para pelear entre ellos".
Mario Rojas, cantautor, productor y creador del sitio cuecachilena.cl, dice que el "Baucha" "en el contexto de cueca brava, es lo más destacado que va quedando. Es refunfuñón, complicado, pero es casi incomprensible que a sus 82 años cante tan bien como siempre".
El "Baucha" representa la tradición más profunda de la cueca urbana. Se crió en el barrio Estación, en los carros de fletes que arrendaba su padre y desde los que se hizo la reputación de cantor. Rojas cuenta que fue esa capacidad, su buen "pito", la que hizo que le ofrecieran trabajo estable como matarife. Fueron treinta años en el matadero mientras "hacía daño" en las ruedas de cueca. "Las cuecas urbanas se cantan de a pedazos y entre varios en las ruedas de cueca", aclara Rojas. "En esas ruedas el "Baucha" era insuperable, tenía un timbre extraordinario y un repertorio extenso acumulado en sus años de calle".
El "Baucha" tiene un carácter bravo entre los bravos. "Podría ser el símbolo, el vocero de esta extensa tradición", dice Alegría. "Pero él no ha querido".
Todavía se le puede escuchar en el circuito urbano de la cueca y sigue viviendo tan sencillamente como siempre.

Ignacio Bazán
El Mercurio
Domingo, 13 de Septiembre de 2009

miércoles, 5 de agosto de 2009

Éstas sí que son cuecas

Por más que sean baile nacional por decreto, las cuecas siguen siendo una música desconocida.
Fue un trabajo de años el que quedó trunco cuando Luis Hernán Araneda, El Baucha, dejó de trabajar en El Chancho con Chaleco. No recuerda exactamente cuándo, pero sí por qué: la administración le exigió que se disfrazara de huaso para cantar cueca. Y él dejó todo botado. "Salir de huaso, ¿para qué?", argumenta. "Los cinco discos de cueca que yo he hecho los he cantado con corbata".
Don Luis Hernán Araneda tiene autoridad suficiente como para haberse evitado el disfraz: de sus 74 años lleva 68 cantando cueca y es uno de los tres integrantes de Los Chileneros, auténtica academia de cueca urbana. Pero ésa es una de las contradicciones por las que atraviesa esa música.
Ya no es que septiembre sea el único mes chileno del año, según el ya manido lugar común de los folcloristas. Es que por más que sea baile nacional por decreto y por más que sea pasto para los más feos jingles del año -¿alguien tolera una pasada más de ese aviso radial que vende teléfonos celulares y libre expresión todo en uno?- las cuecas siguen siendo una música desconocida.
Las cuecas. Todas ellas. Las cuecas de cada uno de los paisajes chilenos, la cueca "chora" de la familia Parra, la cueca pulenta de Pepe Fuentes y María Ester Zamora, la cueca porteña de cantores del siglo pasado y de nombres como el Cuadradito, el Estropajo, el Mascareño o el Periquiño; la cueca brava de don Nano Núñez, de Los Chileneros y de la asombrosa genealogía santiaguina y arrabalera que la avala con nombres de cuequeros ya legendarios y/o difuntos como Eduardo Mesías, Fernando González Marabolí, Humberto Campos, Carlos Espinoza, el Pollo; o Luis Contreras Reyes, el Burro, el hombre que iba a echar tallas profesionales a las peleas de boxeo del Teatro Caupolicán.
Hay saludables señales de la vigencia de esa música en cosas como la edición de un disco en vivo nuevo de Los Chileneros, la cumbre de cuequeros de antiguo cuño que será La Yein Fonda este año, o las grabaciones de cueca brava que publicaron grupos jóvenes como Los Santiaguinos o Los Chinganeros, educados al alero de eminencias de la vieja guardia como Fernando González Marabolí.
La irrupción hace un par de años del fenómeno de "Buena Vista Social Club" fue una especie de milagro tras el cual el mundo pudo descubrir una música centenaria, tal como lo es escuchar el legado de los viejos músicos de blues de Estados Unidos. Pero fue sobre todo un test de inquietud. ¿Cuántas otras prendas como esas hay vigentes en otras partes del mundo? No hay que mirar demasiado lejos para descubrir varias de ellas en Chile. La cueca es una de ellas, por no mencionar la tradición milenaria que mantienen viva los guitarroneros de Pirque o la legión de payadores que va desde veteranos como El Chincolito de Teno a nuevos poetas como Manuel Sánchez. Quedarse en Compay Segundo es pensar global, pero ya está claro que pensar global siempre será quedarse corto de vista con lo que está al lado.

David Ponce
El Mercurio
Sabado, 15 de Septiembre de 2001

viernes, 10 de julio de 2009

En la Vega y el Matadero, Cueca Chilenera: el canto del arrabal

La cueca chilenera es especial. Sus intérpretes descueran ganado en el matadero, cargan fruta en La Vega y ofician de peonetas en el puerto. De esos ambientes provienen los versos que cantan al roto, a Dios y a los males de amor. Pero, por sobre todo, sus letras son crónicas de su tiempo, que han convertido los sucesos noticiosos en genuinas leyendas.

En "Los Siete Espejos", en el "Nunca Se Supo" y en el "Pancho Causeo" se batieron alguna vez a duelo los más diestros genios de la cueca chilenera, que es la cueca urbana la de los bajos fondos, poblada de guapezas y desgarros.
El género ha sido cultivado por decenios durante el trasnoche, con artistas que lo practican con la misma pasión que el tango o el "blues": los chileneros tienen sus ídolos y sus círculos marginales y ocultos, y verlos subir y bajar del escenario es igual que presenciar la más agitada de las sesiones de jazz.
No obstante, la cueca que aquí se oficializó como baile nacional es otra la del campo, cantada por mujeres con guitarra y arpa.
De esa cueca campesina estilizada surgió la "música típica chilena, lírica y romántica", explica el musicólogo Juan Pablo González, coautor junto al compositor Luis Advis del volumen "Clásicos de la Música Popular Chilena", editado por la Sociedad Chilena de Autor, (SCD). González anota que dicha música es habitualmente interpretada por mujeres solistas o por conjuntos de huasos, y que se acerca más bien al concepto de espectáculo que al de folclor propiamente tal.
Los conjuntos de huasos "buenos para la cueca" no tienen, sin embargo, relación alguna con los cantores, músicos y poetas de la cueca urbana o chilenera: los chileneros descueran ganado en el matadero, cargan fruta en La Vega y ofician de peonetas en el puerto, desde donde salen sus temáticas y sus versos: les cantan al roto y al afuerino; a Dios y a los males de amor; pero, sobre todo, sus letras son crónicas de su tiempo, que han convertido los sucesos noticiosos en genuinas leyendas.
Distinta es incluso la "cueca chora" de Roberto Parra, que responde más bien a los requerimientos de la música popular con grabaciones y recitales. "En sus cuecas 'choras', Roberto Parra tomó elementos de la cueca urbana", señala Juan Pablo González; "pero esta última tiene su propia lógica, y no requiere de discos ni de presentaciones para existir", agrega.

Rayuela, Luche y Dominó

Dos son los elementos que caracterizan a la cueca urbana, y que provienen de la tradición arábigo-andaluza: el primero de ellos es su estructura poético-musical, con estrofas y versos basados en los números seis y ocho.
En el libro "Chilena o Cueca Tradicional" editado por la Universidad Católica, el musicólogo Samuel Claro indica que por milenios se han construido verdaderas fórmulas rituales con el seis y el ocho, que también se repiten en juegos populares como el luche, la rayuela y el domino, y que son posibles de verificar incluso en las decoraciones geométricas de algunas mezquitas musulmanas.
Otro elemento de raíz islámica que perfila a la cueca chilenera es la impostación de la voz, que produce un falsete característico. Dicha calidad tímbrica que los cantores llaman "buen pito" está asociada al pregón callejero, pero también está descrita en documentos de las escuelas de canto en los califatos de la España morisca.
Para impostar así la voz se debe tener "el cuello tieso, la garganta hinchada y las mandíbulas lo más abiertas posible", explicaba alguna vez el cantor y poeta Fernando González Marabolí. "Poniendo la cara fiera y arrugando el entrecejo, como fingiendo que ya va a largarse el llanto, logra sacarse el lamento y se refleja el alma viva", aleccionaba.

"Arrecúnchamelo y Arremángamelo"

A pesar de que ha habido mujeres famosas en las lides chileneras, como la María Ojos Verdes y la Chabela de Santiago, la cueca urbana es tradicionalmente cantada por un grupo de hombres cuatro, idealmente, que tocan instrumentos de percusión, como el tormento o el pandero, o que se las arreglan con cucharas y platillos a guisa de castañuelas; además de guitarra y arpa, se acompañan por el piano, la batería y el acordeón, y tres de ellos cantan por turnos los "pies", donde se ponen a prueba su destreza rítmica y su capacidad de improvisación.
Los cantores improvisan, sin embargo, sólo en las letras jugando con trozos de cuecas ya existentes, porque las melodías son similares y responden al mismo patrón. Y es el cuarto cantante quien vela por la precisión rítmica del grupo, rellenando los tiempos que faltan con sorprendentes muletillas llenas de picardía: además del característico "allá vá" de tres sílabas por ejemplo, están entre otras la "guachita" y la "monona"; de ocho sílabas, el "pobrecita la guaguita", y de doce, el "arrecúnchamelo y arremángamelo" en lugar del proverbial "allavá allavá allavá 'llaviene".

La tienda del príncipe oriental

Junto con Fernando González Marabolí, el octogenario Hernán "Nano" Núñez, prolífico cantor y poeta su libro pesía popular fue recientemente publicado por la SCD, ha sido uno de los más brillantes cultores de la cueca chilenera. Los han seguido en fama "El Baucha" (Luis Hernán Araneda), "El Perico" (Raúl Lizama), "El Mesías" y "El Pollo" (Carlos Espinoza); y Carlos Godoy, Mario Catalán y "El Rafucho". González Marabolí fue matarife y Núñez trabajó como motero, boxeador y contador de sandías; y es que los cuequeros más fogueados surgían en los lugares de acceso de los productos agrícolas, donde se cruza el campo con la ciudad.
No obstante, hasta el siglo pasado era difícil distinguir lo urbano de lo rural en sectores bajos de Santiago. Así por ejemplo, se cantaba en las carretelas engalanadas con flores y frutas, hasta donde llegaban los invitados con tiras de chunchules y de malayas para hacer durar la fiesta.
Y las fondas, que en algunos momentos tapizaban la Alameda de las delicias, y que en su origen no son más que la tienda del príncipe oriental tejidas con pelos de cabra y rodeada por mantas para conservar la acústica, eran conocidas por los parrales, las higueras y los nogales que las protegían del calor del verano.

Los Pironca de Franklin

Lo que vino después sin embargo, tuvo visos menos campestres y más arrabaleros: se trató de las "casas de canto", como la de los Pironca en el barrio Franklin. Los Pironca eran dueños de micros y camiones, y cerraban la casa durante una semana entera para celebrar las fiestas en las cuales eran las mujeres quienes laceaban a los hombres con su pañuelo.
En las "casas" se bailaba también la guaracha y el tango, aunque hernán Núñez recuerda que la cueca era la más apasionante y que en ocasiones, "era más 'entusiasmado' oír cantar que ver bailar. Era difícil el canto cuando se juntaban los 'jotes'; cada uno quería voltear al otro y de garra, era peor que la paya", sentencia.
Sabe de peleas Hernán Núñez, que creció en un "conventillo del diablo" como se les decía a las "cités" frecuentadas por riñas y canto. Campeaba allí la figura del "gallo", al cual la cueca chilenera está indisolublemente ligada: "Se trata de un líder en la cultura popular urbana, y se caracteriza por su bravura, por su destreza en el manejo de la cuchilla y del naipe, y por su resistencia al acohol", señala Juan Pablo González.
El "gallo" protagonizó innumerables relatos de aventuras en las barriadas, y también en la edificación de caminos y líneas ferroviarias; se cuenta incluso de personajes que trabajaron en la construcción del Canal de Panamá, y de otros que partieron tras el oro de California, dejando un reguero de matonaje y ajusticiamiento.
"Me decía una mujer/ que también fue del ambiente/ 'y pensar que por la cueca/ haya muerto tanta gente' ", concluye Hernán Núñez; y es que la cueca chilenera se defiende a pandero y navajazos que en partes iguales, mezclan la vida con la pasión y la muerte.

Verónica Waissbluth
21 de Septiembre de 1997
El Mercurio

jueves, 18 de junio de 2009

Cómo han cambiado las fondas en los útlimos 40 años


Platos como la pollona y las empanadas 'caldúas' dieron paso a los ya clásicos anticuchos y los agringados completos.

Antaño preservaban su estructura original, es decir, sólo palos y ramas en el techo, los grupos folclóricos cantaban a capela y al ritmo de instrumentos como el arpa y la vihuela. Hoy la cumbia y el reggeaton suenan por los parlantes. Era el gran evento nacional y la gente compraba ropa para festejar el "18".

Lejos están las fondas o chinganas como eran llamadas antiguamente, construidas con unos cuantos palos, techos de ramas de palma, pino o totora para un "18" que, además, duraba semanas. Con grupos folclóricos cantando a capela, el vino tinto servido en vasos de greda y las empanadas sacadas del horno de barro que figuraba como invitado especial dentro de la ramada.

Esa descripción contrasta con la imagen actual de las fondas: "Hoy, a la falta de ramas de las fondas, hay que agregar el alumbrado eléctrico, la música estridente y el pisco servido en vaso de plástico. Hace 40 ó 50 años aún la gente bailaba al ritmo del guitarrón, la vihuela (instrumento de cuerdas), el arpa y el requinto (guitarra pequeña). Y la cueca era el baile tradicional, no la cumbia, ni bailes tan poco chilenos como el reggaeton", dice Alejandro Mihovilovich, profesor de la U. Arturo Prat de Concepción y director de la Galería de la Historia.

Tradición nacional

El experto recuerda que antes existían dos fechas importantes, donde la "gallada" compraba ropa nueva y ternos elegantes: el 21 de mayo y el 18 de septiembre. Eran consideradas las celebraciones más importantes del país y una tradición nacional. "Ahora tenemos chilenos que en Fiestas Patrias viajan a Mendoza y regresan hablando con acento argentino", ironiza el profesor.

Pero Luis Alberto Villarroel, dueño junto con Berta Brito de la famosa fonda La grandiosa Bertita del Parque O'Higgins, opina que más ha cambiado la forma de las ramadas que el espíritu patriota y familiar de ellas. "Cuando comenzamos con las fondas en Ñuñoa -hace 40 años-, las teníamos que contruir con palos y ramas, incluso las mesas y las sillas las hacíamos a mano", cuenta.

Los grupos folclóricos, narra el fondero, cantaban en vivo y sin la tecnología que existe en la actualidad. "Se utilizan hornos de barro dentro de las fondas para las empanadas, hoy tenemos hornos industriales, microonda y otros implementos que son peticiones de quienes nos fiscalizan. El vino antes se compraba suelto en barriles de cinco litros, ahora se sirve la botella y sólo la chicha se conserva en chuica".

Fiesta popular

Alejandro Mihovilovich indica que toda esta "modernidad", incluido el traslado de las fondas de los lugares típicos a las ciudades y los baños sanitarios, han matado de alguna manera lo folclórico y popular de estas fiestas. Los municipios antes se dedicaban a las fondas, premiaban la mejor ramada y el mejor trago nacional.

Y también hubo cambios en la comida tradicional de las fondas y los tragos. Por ejemplo, antes se ofrecían platos como la pollona al jugo, el clásico asado y la empanada "caldúa", pero no se veían los completos, las papas fritas o las hamburguesas. "El pisco y la cerveza de hoy reemplazaron a tragos populares, como el chuflai (agua ardiente con bebida), chicha con naranja e, incluso, el jote (vino tinto con Coca-Cola)".

Un cambio favorable que destaca don Luis Alberto Villarroel es la seguridad que cuentan hoy en día las fondas: "Antes era frecuente que un cliente borracho armaba una rosca y los puñetes iban y venían. Ahora nosotros tenemos guardias de seguridad que están encargados de impedir que los curaos molesten a otras personas", comenta.

DESDE 1828 QUE SE CELEBRAN EN EL PARQUE O'HIGGINS

Las verdaderas "ramadas"Los albores de la República fueron el escenario de las primera ramadas o fondas en un Chile criollo y colonial. Fueron la expresión popular para festejar la Independencia de la nación y finalmente se escogió para celebrarla el aniversario de la Primer Junta de Gobierno: el 18 de septiembre.

En un comienzo, las fondas o chinganas se celebraban en cualquier potrero de un Santiago aún pequeño, alrededor de la Plaza de Armas, del Cerro Santa Lucía y en el barrio la Chimba (actual Bellavista).
Un decreto de la Policía del Buen Orden, en 1823, dispuso lo siguiente: "Quedan prohibidas las chinganas, ramadas, juegos de bolos, ruedas de fortuna, loterías privadas, rifas y carreras de caballos, sin previa licencia de la intendencia y se limita el horario nocturno de las fondas, cafés, pulperías y bodegones".

Cinco años más tarde los festejos y las ramadas se concentraban en el Campo Marte, lugar donde -además- se realizaba la Parada Militar. Esos terrenos, décadas después, se llamaron Parque Cousiño.

En 1836 Diego Portales intentó terminar con la tradición de las chinganas -que antiguamente eran festejos no solo del "18", sino también trillas, vendimias, matrimonios y otras excusas para la fiesta-, pero claramente esa iniciativa no prosperó.

Debora Gutierrez
La Tercera 18 de septiembre del 2006

viernes, 29 de mayo de 2009

Música y baile: Entre la cueca y el sound


La agonía de la cueca ha sido de una duración asombrosa. Desde hace un siglo, cada mes de septiembre se le da por muerta y se sale en su búsqueda. Si antes fueron el shimmy y el tango hoy son las rancheras y el indescriptible sound.

Si se habla de la música de las fondas tiene que hablarse necesarimente de la cueca, aun cuando ésta lleve muriéndose por años.

Septiembre ha sido tradicionalmente el mes cuando diarios y revistas han hecho este diagnóstico fatal y las consiguientes arengas a la ciudadanía para que recupere sus tradiciones perdidas. Ya en 1901, en El Mercurio del 21 de septiembre, Joaquín Díaz Garcés, describiendo el "infierno humano que bullía como un enjambre" en las celebraciones populares en la Cañada, escribía que la cueca todavía "no ha muerto ni ha nacido el sepulturero que le eche encima la última palada de tierra". Sin embargo, más adelante, el escritor admitía que la cueca "está decaída, desfallece como una flor arrancada de la mata que ya no es la hija de Andalucía y Arabia, que ya no destella chispas sino la ilumina la llama azul del alcohol: eso es verdad, tristemente, aunque haya falsos voceros que lo nieguen!".

Las raíces arábigo-andaluzas de la cueca han sido el tema de las acuciosas investigaciones del ex matarife y cantor Fernando González Marabolí, quien ha construido una intrincada teoría donde confluyen variables tan dísimiles como la numerología, los planetas, las pirámides, los hermanos Carrera, los tártaros, Leonardo da Vinci y el matadero Franklin; formando una verdadera cosmogonía en cuyo centro resplandece la cueca. El miércoles recién pasado, una versión renovada del grupo folclórico "Los Chinganeros" presentó un disco titulado "Chilena o cueca tradicional", basado en las composiciones y enseñanzas de Fernando González Marabolí. En una pequeña sala de la Feria del Disco del paseo Ahumada los integrantes del conjunto dijeron algunas palabras e interpretaron un par de cuecas. González Marabolí, sentado en la primera fila, tarareaba en silencio sus composiciones. Después de que los músicos terminaran de cantar, el presentador de la sencilla ceremonia ofreció la palabra a los presentes. Tras un momento de titubeo general, el maestro González tomó la palabra y con emoción dijo: "hemos descifrado la música de las esferas, las esfinges y las pirámides de Egipto, en lo que ha sido un acontecimiento universal y nadie de la comunidad científica nacional ha dicho alguna palabra". La sala permaneció en silencio estupefacta.


El cachañeo gorgoreado


Esa misma semana se comenzó a distribuir en las disquerías locales una grabación reciente del conjunto "Los Chileneros", formado por Hernán Núñez, Raul "Perico" Lizama y Hernán Araneda, "El Baucha", producida y gestada por Mario Rojas, el hombre detrás de una serie de proyectos artísticos que han reinstalado el folclore en los últimos años, como el redescubrimiento de Roberto Parra y "La Negra Ester". De acuerdo con Rojas, "Los Chileneros" y "Los Chinganeros" pertenecen al mismo grupo de cuequeros que practican el canto a la rueda, en lo que se ha llamado la cueca centrina. De acuerdo con el musicólogo Samuel Claro, en su libro donde recoge las enseñanzas de Fernando González, las cuecas pueden dividirse por su función entre aquellas destinadas a la entretención que se interpretan en las fondas y aquellas que cumplen una función documental, de transmisión oral de la tradición, que se ejecutan en el canto a la rueda. Según Fernando González Marabolí, la cueca de arte grande fue la de las fondas de la Independencia y la de los años posteriores al advenimiento de Diego Portales, quien, como decía Edwards Bello, remolía, bebía y bailaba cuecas.

La antigua Cañada, a lo largo de la Alameda de Las Delicias, desde la Estación Central al Cerro Santa Lucía, fue el paraíso de la cueca en su época de oro. El estilo de cantarla y bailarla se habría oficializado después de la Independencia. Despúes de Portales, según González Marabolí, "la cueca habría tenido que ocultarse durante 150 años para encontrar refugio en cárceles tabernas y prostíbulos, especialmente en las caletas o guaridas de la Vega, la Estación y el Matadero, donde se juntan los que no valen nada para el coloniaje". De acuerdo con este singular teórico, "José Miguel Carrera y Diego Portales supieron interpretar la vocación sagrada de su pueblo y le soltaron las riendas al canto, porque todas las costumbres distintas y propias que conservan los mestizos de Chile, son fuerzas que le van ganando al tutelaje extranjero".

Tanto para González como para el "Chilenero" Hernán Núñez la cueca que se escucha en las fondas de hoy es apenas una pantomima al lado de lo que fue la cueca de sus días de esplendor. Para González esta cueca es una parodia circense y una deformación colonialista. A sus 87 años, Hernán Núñez recuerda cómo invitaban choros a las fondas para hacer las ruedas y cantar las cuecas. "Se reunían en torno a la chicha un buen grupo de cantores 'cañaños' que venían de Renca, San Bernardo y San Pablo abajo. Los cuequeros iban a tomarse un trago y se armaban los piños. Entre los propios cantores se encumbraban y desafiaban para sacar tonos más difíciles. Siempre la cueca ha sido de guerra, la cueca es un duelo de picardía y gracia". De acuerdo con Fernando González Marabolí "el cantor tradicional vive sólo para la cueca, ya que interpreta con responsabilidad, tal vez sin temor de equivocarse, el arte más serio y delicado en el cantar de América. Cuando la gente escucha a los verdaderos cantores, dicen que no saben que 'tienen voz natural', y en verdad que tienen toda la razón, pero la naturalidad que la rige pertenece a un científico amaestramiento de la voz. No es llegar y cantar a la que te criastes, sino que equivale a decir que imita las leyes que rigen al universo y a la naturaleza. Los cantores están constantemente ensayando, nunca están conformes ni con ellos mismos, porque todo lo árabe es una lucha hasta con uno, tarareando las melodías con recovecos de sube y baja, hasta que forman un cachañeo gorgoreado en la voz gritada".

A la pregunta de qué habría producido la ruina de la cueca, Fernando González sentencia que al cerrar las casas de remolienda se terminó con la cueca. "Las casas de remolienda eran verdaderas escuelas de canto" Recuerda las casas de Juan de la Fuente, de la vieja Fidela, la Pancha Osorio, la Ñata Berta, la María e' Santos, la Carlina y la Flor María. Mario Rojas destaca cómo muchas de las llamadas cabronas o administradoras de prostíbulos para las fiestas patrias instalaban su negocio en el Parque O'Higgins. La cueca y la mujer de vida alegre chilenas traspasaron las fronteras nacionales. Ambas se conocieron indistintamente como "chilenas" en los puertos de la costa Pacífico de América. Edwards Bello desarrollaeste aspecto que asocia la cueca con la vida alegre en su novela "El Roto", ambientada en el barrio de Estación Central, hasta no hace mucho un lugar cuequero por excelencia.

Ante la misma pregunta, Hernán Núñez sentencia que la principal enemiga de la cueca habría sido la clase media.

A la hora de hacer un balance de la decadencia de la cueca es importante recordar que el decreto número 23 del 18 de septiembre de 1979 la declaró como danza nacional de Chile y que 10 años después el decreto número 54 señaló, en algunos de sus considerandos, que la cueca "musicalmente canta en sus versos la picardía propia del ingenio popular chileno, así como también manifiesta el entusiasmo y la melancolía; que en cuanto a danza es el baile más festivo y característico de la identidad nacional que posee Chile y que el aprender a bailarla es un deber de todo hijo de nuestra y tierra". Sin llegar demasiado lejos, puede considerarse que estas singulares declaraciones oficiales no han contribuído mucho a la vitalidad de este arte. Es difícil cantar y bailar por decreto.


Del shimmy al sound


Tampoco es una novedad que la cueca tenga en las fondas una presencia más bien fantasmal. En 1924 el escritor Víctor Domigo Silva escribía en Zig Zag distinguiendo entre la música popular y la vulgar. Lo popular sería aquello "medularmente nacional" como la cueca y vulgares serían los valses, los shimmys y los tangos. El escritor identificaba lo vulgar con "lo artificial, pegadizo, impuesto por la boga caprichosa del gusto extranjerizante, lo que se nos importa con el cachet irresistible de Nueva York, París o Buenos Aires". En el año 1931 Zig Zag mostraba una fotografía de unas parejas bailando un shimmy en una fonda. El pie de foto lo anunciaba como "una nota discordante: un shimmy en medio de la alegre cueca". Años más tarde, en 1935, un cronista denunciaba cómo "el tango invadía y estrangulaba" al país. Decepcionado veía cómo unos huasos que no eran huasos exhumaban los aires nacionales, "animan la tonada y entre tamboreo y rasguear de guitarras, nos hacen oír algo que va siendo novedoso y pintoresco a fuerza del olvido en que se la mantiene: la cueca." Ese mismo año, Raúl Cuevas en Zig Zag informaba que "la cueca y la tonada mueren ahogadas por la música bailable, que traen los discos y que difunde por todos los rincones, sin piedad ni rencores, el alma vagabunda de las radios". En las fiestas populares, mientras la cueca moría de anemia, ganaban terreno "el tango lánguido y enfermizo"; "el blue americano que llena de estremecimientos a las mozas más lindas y a los hombres más guapos"; la rumba, "flor del trópico, que incendia las fiestas con su rumor de escándalo y maracas" y el vals, "vienés y aéreo".

Al shimmy y al tango les sucedieron con los años el cha-cha-chá, la rumba y luego las cumbias y rancheras campiranas. En el último lustro el corazón de las multitudes ha sido devastado por la música sound y el llamado pop tropical.

Es probable que en las fondas de este año la cueca tenga su franja reglamentaria para que la fonda mantenga su carácter de tal y que la noche esté en manos de conjuntos como "La posse Musik'al", "American sound" o "Tropical sound".

Con toda seguridad, para choros del calibre de Hernán Núñez y Fernando González Marabolí aquellos bailarines sincronizados de pelo largo y permanentemente húmedo, disfrazados de príncipe de juguete o como piratas de utilería, sean de una ridiculez y afeminamiento irritantes.

Marcelo Somarriva
Domingo, 16 de Septiembre de 2001
El Mercurio, Artes y Letras

viernes, 17 de abril de 2009

El Baucha. Luis Araneda, fundador de los Chileneros, cuequero mítico (3ª parte)


LOS NUEVOS

¿Qué le parecen los nuevos cuequeros?
-Mal, aquí hay unos güeones, usted los va a oírlos cantar. Na que ver. Antes se cantaba pura cueca pues, no se cantaban tangos ni güeás, ni boleros, esa güeás no existían aquí. Cantaban las mujeres, muy bonito. Mujeres de 30, 40 años, tocaban guitarras y cantaban. Yo vengo de eso, mi madre era huasita de San Francisco de Mostazal.
¿Son malos, entonces, los nuevos cuequeros?
-Mire, dígale a todos estos güeones que cantan aquí si cantan mejor que yo. Yo con 80 años igual les saco la chucha a los nuevos.
Es que usted tiene más historia...
-Nooo, historia no, si yo canto bien si no me pagan na porque tengo historia, iñor, me pagan por lo que canto. Si yo canto, pero vendo mi canto, no soy güeón, a nadie se lo voy a regalar. Todo lo que se canta aquí en Chile, se lo voy a decir delante de ellos, ¿de quién es, de quién son todas las cuecas? ¿Tienen cuecas nuevas estos güeones? NO, no, todas las cuecas que se cantan hoy son de Los Chileneros. Estos güeones que cantan aquí no saben ninguna güeá, todas las güeás las grabamos más de 50 años atrás.
Daniel Muñoz le ha dado un nuevo impulso a la cueca brava...
-Mire, ¿quiere que le diga algo? No sé cómo el güeón del Daniel Muñoz habla de cueca, si recién ayer empezó a cantarla y los otros güeones murieron hace como 80 años. Él habla de la Carlina, que las cuecas eran aquí, que eran allá. Si el güeón no conoció a la Carlina, no conoció ni los zapatos de la Carlina. Yo conocí a la Carlina, pero a este güeón se le fueron los humos a la cabeza.
¿Qué le parecen Los Trukeros?
-Esos son como diez güeones y todos cantan parejo, parece coro la güeá, no hay segunda, no hay nada. Los Santiaguinos graban y no venden, qué más quiere.
¿Cuándo alguien, según usted, es buen cantor?
-Mire, la palabra cantor es muy grande, si cualquier güeón no canta, hay una pila de güeones aquí, por ser, que gritan. Si acá viniera un güeón que quisiera filmar de Tarzán se podría llevar a todos estos güeones.
¿Pero cuando alguien es buen cantor?
-Un güeón que cante en primera y en segunda (voces) y que sea melodioso. Si un güeón desabrido tampoco abarca. ¿Por qué cree que Camilo Sesto es grande? Porque es melodioso, si el güeón desabrido no llega a ninguna parte.
¿Hay que sacar la voz?
-No, nada, ¿¡quién le dijo eso!? ¿¡Quién le contó eso!? Ahí es donde está mal usted. Quiere que le diga una cosa, no entreviste a cualquier güeón que le cuente mentiras y güeás.
¿Oiga y qué opina del tío Lalo Parra?
-No, esos son mugres.¿Pero él es cuequero o no?-¡Son mugre! Cuando le diga que es mugre, es porque es mugre. Ese viejo no canta. No me meta con esa clase de canto. Son güeones que inventan güeás.
¿Y Roberto Parra...?
-¡¡Puta!!, ¡¿Qué tiene en la cabeza?! -grita, rojo de rabia-. A mí me incendia esa güeá. Le digo que son mugre. Mire, en la Yein Fonda cuando estaba cantando, llegó el Lalo y me dijo: vos soi grande, pero te voi a cantar una cueca que es mía y no la hai oído cantar nunca y empezó: "le abro la guata al chancho porque soy...". Yo se la terminé y le dije: "¿te digo cuántos años que canto esa cueca? De cuando tenía como 11 años, güeón, te la canto?". Y se la canté.

Por Joaquín Riveros · Fotos: Alejandro Olivares
The Clinic
Jueves 11 de Septiembre de 2008 · Año 9 · Nº 259

lunes, 10 de noviembre de 2008

El Baucha. Luis Araneda, fundador de los Chileneros, cuequero mítico (2ª parte).

RUEDAS
En ese ambiente se daban las ruedas de cantores, competencias de cueca...
-Sí, se juntaban en ruedas, eran de viejos. En los conventillos, mujeres, hombres, pedían un chuico de vino y se ponían a tomar, se ponían a cantar. Un causeo de cebolla, de serdina, de salmón, con una güeá grande comían todos. Cuál de todos con una bufanda, un pañuelo de seda al cuello blanco, cuando no eran medios aniñados, llegaban con un clavel en la oreja. Yo a los 13 años conocí todas las casas de putas de Santiago cantando. Pero no por cagao, andaba con amigos. Porque cantaba bien y los güeones de plata me llevaban a cantar, pero estos güeones de ahora se ponen a hablar güeas que no han existido.
¿Qué hay con eso de que por la cueca corría sangre?
-Peleaban poh, sí, peleaban. Habían muchos insultos en la cueca, después que terminaban de cantar y si les parecía mal salían a pelear a tajos los culiaos.
Porque las cuecas no se cantaban como ahora, que todo tiene que pegal. Nada, antes se cantaban pedazos de cueca.
Pedazos de cueca, ¿cómo es eso?
-¡¡Pedazo, poh!! (grita enérgico, como diciendo: no me pregunte huevadas). Se cantaba la mitad de una cueca, el otro pescaba otro verso y terminaban echándose tallas en la huevá y ahí salían las peleas a tajos. Claro, era re jodio. Mire, si las cuecas se comenzaron a cantar completas no hace ni veninticinco años. Hoy día no, poh, usted saca una cueca y tiene que pegar todo, se cantan enteras...
Y esa cueca que se cantaba ahí, en esas ruedas donde se peleaba ¿era la cueca brava?
-Noooo, en ese tiempo no había cueca brava, nooooooo, cueca no más. Cueca, era cueca (enojado). Si este viejo -y apunta con la boca el retrato del Nano Nuñez y se frena, como aguantando el adjetivo- no halló qué ponerle a la cueca y le puso cueca brava. Si él es el que le puso esa güeá. Si esa güeá de la cueca brava no ha existido nunca. Él, él -y vuelve a apuntar, acusador, a Nano Nuñez- no hallaba qué hacer y le puso así a esa güeá.
¿Por qué el Nano le puso cueca brava?
-Puta, cosa de él; vaya a preguntarle al cementerio, no ve que me está preguntando güeás que no tienen na que ver...¿Qué tengo que saber por que le puso cueca brava a la güeá? Cuando cantábamos nosotros no existía esa güeá. El viejo le puso a esa güeá de cueca brava, porque se creía choro, pero no fue nunca ni una güeá. Si ese güeón era pintor de micro.
¿Cómo se conocieron con el Nano Nuñez?
-Ese güeón era pintor de micros, no era cantor, no le dije. Yo era el que cantaba bien. Pero el viejo era maldadoso, cuando el conjunto ya estaba bien constituido y ganábamos una estuatuilla, el viejo se la llevaba para la casa.
¿Por qué se distanciaron?
-Una vez le pegó a un compañero mío. Era cachetón y los gueones cachetones a mí no me gustan. Entonces yo le dije: no grabo más con vos, lo mandé a la chucha y no le hablé en veinte años y se acabó la güeá. Si era un conchesumadre, no po que esté ahí en la pared muerto el culiao no voy a hablar. Envidioso, cabrón, las quería todas pa él, las tenía todas.
¿Usted era el bueno para el canto...?
-Yo con el Perico, los dos éramos los cracks... Él se metió con otro grupo a enseñar lo que era la cueca brava y la güeá. Era un güeón de mierda.
¿Qué hay con la vestimenta, con el pañuelo de seda al cuello y esas cosas?
-Esas güeás son de los antiguos, no de los güeones de hoy día. Esa güeá del pañuelo la hablaba el Nano y los cabros engrupidos se ponen el pañuelo al cuello. Él les enseñaba eso a los güeones. Si el viejo les hubiera dicho: 'canten cueca con un palo metido en la raja', se habrían metido un palo en la raja y cantado. Claro, poh, les decía "hay que ponerse pañuelo de seda y la güeá" y todos los güeones lo hacían. Yo sé mucho más que ese culiado. Ese güeón del Nano no servía ni pa lustrarme los zapatos. Yo soy cantor, poh. Todos los güeones hoy hacen lo que enseñaba el Nano y él nunca fue un gran cantor. En todos los discos que tenemos, él no suena en ninguna parte.
El Nano decía que La Consentida era una cueca mal hecha, que no respetaba la métrica.
-Mire, pa eso vaya a preguntarle a ese güeón que está muerto. Ése es crítico, yo no critico ni una güeá, amigo. Si estaba mal hecha pa' qué chucha la grabaron entonces. Los culpables son los sellos, pa qué voy a criticar al que hizo la cueca. Él hizo una cueca y se la aceptaron y después que la grabaron vienen a hacerle problema. ¿Quién le contó eso de La Consentida?
Lo leí por ahí, lo dijo Nano Núñez
-Aaaah, ¿no ve, poh? Usted está aprendiendo puras güeás de ese viejo culiao mentiroso, iñor.
Bueno, por eso lo vine a entrevistar a usted...
-Mire, a ese hombre que está muerto usted le tocaba una cueca bonita, encachá, bien hecha, de e esas que no tienen ná que hacerle y el güeón se la encontraba mala. Una vez no le aguanté. Le dije esta cueca es mía y voy a grabarla y cuando me dijo "no", le dije "grábala vos, poh, conchetumare... y la grabé la weá". La consentida se sacó el primer premio y el Nano dijo que estaba mala, viejo ignorante y la conchesumare, hallaba todo malo. Un día hasta me dijo que las cuecas de Efraín Navarro eran malas. El negro (Navarro) tocaba la guitarra más lindo que la chucha. Yo trabajé años con él. Era medio aindiado, era güen compositor, era un güeón grande. A él un día le halló una cueca mala. El Nano estaba enfermo y todos le decían don Nano y la güeá y lo agrandaron. Si él hubiera estado aquí no le habría dado la entrevista, le hubiese tenido que pagar 100 ó 200 lucas.
¿Oiga y qué opina de que a los jóvenes les guste la cueca?
-Es bonito, si a los cabros ricachones pa allá arriba les encanta. Yo he ido a cantarle a mucha gente, a los gringos. Los gringos se ponen la güeá de chaleca en la cintura y comienzan a saltar, parecen indios los güeones, pero les gusta la cueca.

Por Joaquín Riveros · Fotos: Alejandro Olivares
The Clinic
Jueves 11 de Septiembre de 2008 · Año 9 · Nº 259