viernes, 29 de junio de 2007

Crónicas de Carlos Godoy Hernández

Los mejores años de la chilena tuvieron vida entre 1950 y 1970, cuando existían las casas de remolienda. Eran famosos el Rosedal y las Tres B del barrio Franklin, este último era visitado siempre por los cuadrinitos y la gente del ambiente bohemio.
Cada uno de estos locales contaba con tres grupos musicales. Una agrupación de tango, con bandoneón y violín, y el infaltable boca ‘e caballo, el piano. También una orquesta de cha-cha-chá y mambo compuesta por unos veinte músicos que hacían bailar hasta a los muertos. Y, resucitándolos con pañuelo en mano, venían los famosos cantores de cueca. Estos con voces privilegiadas, más afinadas que los mismos canarios. Y la remolienda se armaba con las niñas de pierna suave, cariñosas y muy amorosas con la gallada.
En esos tiempos había casas para regodearse, como fue la calle Bio-Bío, Porvenir, la famosa plaza Almagro, y para qué decir los barrios de la Vega y Estación Central donde, también con excelentes cantores, la cueca era pan de cada día.
Lo más emocionante de esta historia era como se vivía en aquel entonces. El don del dinero alcanzaba para todo pues se ganaba con mucha facilidad. Incluso, en esos años, el día lunes era un feriado más, donde Peñaflor sacaba a relucir sus aguas cristalinas para recibir a todos los comerciantes de todos los rincones de ese hermoso Santiago.
Con carretelas y góndolas estacionadas en los costados del barrio, la estación destacaba por sus constantes ruidos de trenes que traían a los sureños, quienes llegaban con sus respectivos canastos con aves, pan amasado y la rica chicha de manzana.
Los que arribaban a la Estación Central eran bienvenidos por la cafetería Las Cachas Grandes, donde llegaban las niñas de pierna suave, los cuenteros y estafadores, era un mundo totalmente diferente.
El barrio matadero con su gimnasio llamado Propa, donde el que deseaba ponerse los guantes era cosa de entrar y tirarse unos rounds.
En el matadero se faenaba dos veces a la semana, el cordero tenía su cancha, y así también el chancho para ser faenado. Cuando se terminaba la faena, se juntaban todos los cuadrinos en el restaurante de Don Víctor, frente a la puerta principal del matadero. Cruzando la calle San Francisco se escuchaban los repiqueteos de los panderos. Las cogote ‘e yegua eran las guitarras. Cuadrillas de cuadrinitos con su pañuelo en la mano se preparaban para demostrar su calidad de buen chinganero para bailar la cueca.
Los fondos parecían volcanes en el fuego con los cocimientos. Los chuicos eran verdaderas fuentes de agua (vino) para beber. Las pichangas eran realmente manjares, los agregados de cebollas escabechadas, queso, pepinillos, queso de cabeza de chancho, carne de choclillo, ají, queso de cabra. Eran famosos los sándwich de longos (potitos de vacuno) con ají de cabra, y si esto no era de su agrado, se podía pedir los ricos riñones de chancho al jugo. Las guatitas picantes con puré eran muy famosas.
En el año 1968, en una de estas famosas comilonas en el restaurante de Don Víctor, se juntaron los más famosos cantores de cueca del Matadero y la Vega, Carlitos Godoy, Luis Araneda (Baucha), Rafael Andrade (Rafucho) y Mario Catalán, en una rueda mano a mano rodeados por toda la gallada de comerciantes de la vega y cuadrinitos del matadero apoyando a cada uno de los cantores y muchas niñas de pierna suave con el pañuelo en la mano. Este recuerdo es lo más glorioso, recordado por el Baucha, uno de los cantores más completos que tuvo la chingana.
Y así comienza la remolienda viva, los panderos repicaban junto a los platillos, guitarras y acordeón. Saca en primera el Rafucho y haciendo segunda el Baucha, en seguida saca el pito Carlitos Godoy. La gallada se emocionaba al escuchar tan linda voz que sobrepasaba los tonos más altos. Después toma Catalán, quien era un excelente cantor y muy saleroso. Había que ser gallo ente los gallos para estar en entre este lote de cantores tradicionales.
Los verdaderos cantores de cueca son los que vienen de la tradición como el Perico Lizama, el Baucha, Carlos Godoy, Luis Téllez, el Loco Quijada, Manolo Santis, el Flaco Carballo, Humberto Campos, Mario Catalán, Fernando González. Todos ellos recorrieron cada rincón de los hermosos barrios chinganeros, e incluso tenemos el orgullo de ser los únicos que siguen el canto mano a mano y siguen manteniendo la tradición, Los Chinganeros.

Carlos Godoy Hernández

viernes, 8 de junio de 2007

El Mario Catalán, el Rey de la Cueca...Ya no es el mismo.


Mario Catalán, el “cabro Mario”, el que se hacía huincha golpeteando los platillos de las tazas al compás del “huifa rendija”, rey de las cuecas de verdad...“de esas achaflanadas, de vivaracho”...está triste, más triste que la princesa del poema de Rubén Darío...¿Qué tendrá?

Ni se ríe siquiera, solo en un inmenso salón de calle Recoleta...“fíjese bien...este “livin” mide más de cien metros cuadrados. Usted debiera haber visto las fiestas que armábamos aquí. Casi cuatrocientas personas vinieron para el casamiento de mi hijo, y la cosa duró...de sábado a sábado. Puro whisky y vino del bueno. El dúo Rey Silva se me cansó a los tres días.

“LA ROSITA”

Son tiempos pasados, historia vieja por culpa de la...Rosa de Fuego...la Rosita...la cirrosis...“Chis, hace cuatro años que no tomo ni gota. Si me tuvieron que sacar dos kilos y medio de estómago con ombligo y todo. Casi me llevó la negra y eso que siempre he sido tiesazo pa' as enfermedades...”

Hasta flaco está. Pesa sólo 112 kilos y “en mis tiempos no bajé de los 150...Lo que pasa es que estoy aburrido. Yo siempre he sido un gallo de zambullidas. Llevaba 50 años tomando y ahora...hace cuatro que me pegué la tremenda chantada. Los amigos lo invitan a uno, se ponen a tomar y piden cuecas. Yo les canto, pero...¿Se da cuenta?¿Cómo voy a agarrar vuelo con puro...tecito?

-¿El médico le prohibió estrictamente el alcohol?

“No tanto, pa' que le voy a mentir. Con decirle que él mismo me regalo una botella whisky. Pero soy yo el que no quiero tomar. ¿Cómo voy a querer si, después que me enfermé, he enterrado a diez de mis amigos igualitos a mí?. Con decirle que en una de esas idas al Cementerio me encontré con el Lalo Castro, un cabro de allá de la estación...”Chis, me dijo, venís a ver cómo está la cancha? Y yo le contesté: “Güena oh, el que viene a renovar el permiso al camposanto soy vos”. Fíjese pues, la bromita...A la semana el Lalo se muere...así que yo pienso: harto aburrida es esta cosa, pero más mejor...no tomo na.

NO ME QUEJO

Y ahí se está, sin tomar...“pero la inspiración no me falta, acostado, me desvelo y se me ocurren cuecas. Lo que me tiene molesto es que me llevaron mi cuaderno donde tení, a la “la cachá” de cuecas nuevas. Es que piensan hacer un disco, pero todo está parado por ese lío de los “cassettes”.

Autor de más de cien cantos zapateados y escobillados, desde el “Quiéreme como te quiero...aló, aló” hasta el “Hay un toro en Marruecos, y una vaca en Peñaflor, Torito enamorado y estai capao...pa' que te picai”...el “cabro Mario” no se queja, sin embargo, de la vida.

“No, no me quejo. Si lo he pasado harto bien. Mire, yo estoy desde los diez años metiendo , bulla. A los 7 llegué de Antofagasta y me metí en la Vega. Vaya usted a preguntar por mí allá...soy más conocido que la Asistencia Pública. A los siete ya me las daba de comerciante, vendía ajo, pedazos de zapallo y cebollas en la mano...A chauchaaa el aaajo, caseeera...todos por un veinte. Chis, mis gritos se oían a cinco cuadras y tenían entonación. Si yo nací pa' meter bulla. Primero empecé tocando cuecas con conchas de choro...vieran usted como se arremolinaban pa' seguirme”.

A “PAREJITAS”

Después, cuando se le quebraron las conchas de choro...“la agarré con los platillos de las tazas pues. Me iba todas las tardes al “As de Bastos”, una pensión que quedaba ahí mismo en la Vega, y me ponía a tomar y cantar cuecas. Chis, si yo a los diez años me curaba a parejitas que los borrachos en los bares...¿Cómo no me iba a agarrar después la “Rosa de fuego?”

Se queda pensando y comenta: “Y, mire lo que son las cosas. En 50 años que viví prácticamente “curao”, no me pegué ni un costalazo. Y ahora, bueno y sano, me he quebrado este mismo brazo dos veces...”.

-¿Hasta cuánto ha llegado beber de una “sentada”?

“Uuuuy. Mire, me acuerdo de una apuesta que hicimos una vez con el Guatón Neno...que ya se murió también. Entre las 8 y la una de la tarde nos tomamos un chuico completito, de esos de 15 litros. Pa' qué le cuento, el guatón Neno, que pesaba como 200 kilos, no se podía parar. Tuvieron que instalarle una cama ahí mismo para que pasara la mona, porque tampoco nadie era capaz de sacarlo afuera”.

PURO TECITO

Nuevamente está recordando. Todo eso ya no es posible...”Qué se le va a hacer. Si estoy más aburrido que una ostra. Mire, yo siempre he sabido ganar billete. A parte del local en la Vega tengo otros negocios, otros malabares. Me iba, por ejemplo, a vender casimires fuera de Santiago. Armaba una buena bulla y, entre trago y trago, cueca y cueca, vendía todo y me venía sin mercadería a Santiago...Pero ahora, ni ganas me dan de ir a hacer negocio pa' pasarme el día tomando tacitas de té. Mejor los vendo aquí en Santiago. Mire, tenía 22 ternos nuevitos, todos con chalecos, de todos los colores. Ya he vendido ocho...”.

Y abre un tremendo ropero, empotrado en una pieza no menos inmensa, y muestra toda su ropa...“tengo hasta un terno blanco para la tele”.

-¿Y se lo ha puesto?

“Qué me lo voy a poner. No ve que con los “machucados” que me acompañan con la guitarra, voy a parecer gato de molino...”

“PARECE LESERA”

Y se ríe, por fin, con ganas. Luego agrega:
“Mire, la firme es que me aburro a muerte. Pero no puedo quejarme de nada. Lo he pasado harto bien. Esta tremenda casa es toda mía. Siempre he sabido ganarme el puchero y le tengo a la señora el refrigerador lleno de buena comida. Tragos, pa' qué les digo, aunque yo no tomo, me gusta que los otros lo hagan...Si no me enojo...Tengo como 500 botellas de wishky en la casa...No puedo quejarme. Sería como sacarle la lengua a la vida. Sería ser muy mal agradecido. Mire que yo llegué a la pura cuarta preparatoria y...a cabezazos. Y, sin embargo, he salido adelante...No me quejo. Lo único que pasa es que estoy más aburrido que bailar con la hermana y, mas encima, los otros se siguen muriendo...¿Sabe lo que tengo que hacer esta tarde? No me va a creer, pero tengo...otro entierro...Parece lesera la cuestión”.

María Angélica de Luigi
Fotografía: Miguel Rubio
Las Últimas Noticias, Miércoles 5 de Septiembre de 1979