lunes, 29 de octubre de 2007

Del aula magna al matadero


Entrevista a Carmen Peña, coinvestigadora del libro Chilena o cueca tradicional.

La musicóloga Carmen Peña, colaboradora del investigador Samuel Claro Valdés en su obra "Chilena o cueca tradicional", describe la historia de este libro fundacional en la comprensión de este género como una manifestación cultural y artística de alto nivel y complejidad. Una obra que surge de la fructífera unión entre un académico y un ex matarife, eminencia autodidacta del mundo popular.
Desde el año 83 la musicóloga Carmen Peña trabajó junto al investigador Samuel Claro Valdés en distintos proyectos en la Universidad Católica, donde también compartía con él el curso de Historia de la Música. Por entonces, Claro ya venía trabajando en el tema de la cueca, teniendo como fuente e interlocutor fundamental a don Fernando González Maraboli, ex matarife, hijo y nieto de poetas y cuequeros, quien en forma autodidacta había desarrollado una extensa y profunda investigación sobre la cueca, desde una diversidad de enfoques y disciplinas, que continúa hasta hoy. "La fuente es Fernando González y don Samuel es el traductor", señala Carmen.

- ¿Cómo se produce el encuentro entre Claro y González?
- Don Fernando llegó un día a ver a Don Samuel y le dijo "Yo creo que usted y yo tenemos que conversar. Usted viene del mundo académico y yo vengo del mundo popular, pero yo creo que con usted puedo entenderme". Don Samuel comenzó a reunirse con él, a conversar, a trabajar durante mucho tiempo. Fue un libro que se hizo de a poco, hubo varios artículos preliminares que antecedieron al libro propiamente tal. Fue una empresa en la que Claro trabajó con pasión durante más de 10 años. Este libro aportó una visión nueva…

- ¿Cómo es que un hombre sin ninguna formación que trabajó como matarife puede llegar a conformar un cuerpo teórico tan importante, como para ser la fuente principal de la que se considera la biblia de la cueca en el mundo académico?
- Es algo increíble, él se dedicó a estudiar e investigar en forma autodidacta y en su casa había montañas de medio metro de apuntes escritos por él, además de los miles de libros que tenía y que consultaba y subrayaba. Iba a la Biblioteca Nacional y se leía todo. Por supuesto, don Samuel también le prestaba libros. Es una persona que se ha instruido mucho y que, hasta el día de hoy sigue buscando relaciones, datos, explicaciones. Es un ser excepcional… Ha leído mucho. A nosotros nos decía los libros que teníamos que leer.

- ¿No se achicaba ante la autoridad académica?
- Para nada. Uno es el que se siente muy ignorante, porque no manejas el lenguaje…

- ¿Cuál fue la mayor revelación que González significó para Claro?
- Considerar la cueca más que un baile, como un arte que encierra muchos conceptos, en el que tú puedes ver la música y la poesía, pero además una serie de valores y tradiciones, que tienen que ver con la forma de enseñarla, con la manera de aprenderla (que no es lo mismo), con una medida de tiempo, con comprender esa medida, con una serie de rituales, desafíos y maneras de comunicarse. Es una cosmovisión. Va mucho más allá de lo funcional, entretenido.

- ¿Cómo era la forma de trabajo?
- Se hacían entrevistas, o don Fernando escribía sus ideas y nuestro trabajo, hecho por un equipo, era sistematizarlas y ponerlas en contexto. Revisábamos el material y la bibliografía y escribíamos. También discrepamos y aclaramos muchos conceptos. El habla de muchas cosas: de los orígenes, de los significados que encierra la cueca como un arte mayor.

- ¿Fue para Claro un desafío penetrar en ese mundo de los bajos fondos?
- De hecho cuando González nos hablaba nosotros no entendíamos, por eso el libro tiene un glosario de términos. Es otro idioma. Otros códigos.

- Y otra forma de ver la vida, que no tiene mucho que ver con la mentalidad del chileno medio, sino con esa actitud luchadora ante la vida… un poco lo que tienen los gitanos y el flamenco.
- Claro, es un medio en el que se necesita mucha garra para sobrevivir y la cueca, en este sentido es muy vital, muy vigorosa. Eso motivó mucho a don Samuel, poder transmitir esta experiencia. Pasa que predomina la visión de la cueca de conjunto folclórico, que se escucha en la radio o se ve en un escenario. Esta cueca es otra cosa. Está inserta en una forma de vida, la forma del canto, las letras, son manifestaciones de una forma de existencia. Es una cueca que está viva pero no en los escenarios, sino que en otros lugares, donde la gente sí la cultiva y la tiene incorporada a su cotidiano. Y quiere mostrarla, pero no encuentra los espacios. Y la cueca habla también de esa lucha.

- ¿Sientes que los están encontrando?
- Bueno, ahora los cuequeros tienen un portal en Internet, eso hace 10 años era impensable. Es bonito que, con o sin la influencia del libro, esto esté aflorando.
- ¿Cómo ves la integración de los cultores y el saber popular en el mundo académico… crees que se abren más espacios?
- Creo que al mundo académico le hace muy bien mirar desde otras categorías y perspectivas, recurrir a otras fuentes que no son sólo las escritas. Hay una sabiduría oral que no se comprueba con la nota a pie de página. Pero creo que la academia está comprendiendo el valor de esta información.

- ¿Crees que este tipo de estudios están siendo valorados y que se está dando a expresiones como la cueca el estatus de patrimonio cultural que les corresponde?
- La cueca no necesita ningún estatus, lo tiene. Que la mayoría no sepa eso es otro tema. La cueca es y tiene un mundo. Del mismo modo que la filosofía tiene su estatus en su mundo, el de la gente que lee filosofía. Lo interesante es que sí pueda llegar a más gente. Eso es bueno, para que no sea un mundo tan hermético.

sábado, 13 de octubre de 2007

Tributo a Fernando González Marabolí (1927 - 2006)

La cueca ha sido zapateo, guitarras y ruedas de cantores, pero también la teoría de una expresión cultural que quizás nadie en Chile investigó con el rigor y afecto de Fernando González Marabolí, un hombre al que al ambiente cuequero nunca dejó de llamar “maestro” y que falleció el pasado sábado 23 de septiembre, a los 79 años de edad.
El aporte de González Marabolí a la difusión y teoría de la cueca es probablemente inabarcable, pero dejó en un libro sus señas más conocidas: Chilena o cueca tradicional es la investigación que en 1994 publicó el musicólogo Samuel Claro Valdés, y que hasta hoy es considerada la principal edición escrita sobre el género. Su subtítulo incluye la advertencia: "de acuerdo a las enseñanzas de don Fernando González Marabolí", y recupera lecciones sobre las técnicas vocales, instrumentales y de interpretación que caracterizan a la cueca. Citamos a continuación un extracto:
"El cantor tradicional vive sólo para la cueca, ya que interpreta con responsabilidad, tal vez sin temor de equivocarse, el arte más serio y delicado en el cantar de América. Cuando la gente escucha a los verdaderos cantores, dicen los que no saben que 'tiene voz natural', y en verdad que tienen toda la razón, pero la naturalidad que la rige pertenece a un científico adiestramiento de la voz. No es llegar y cantar a la que te criastes, sino que que equivale a decir que imita las leyes que rigen el universo y a la naturaleza, por eso es que se guía por leyes naturales. Pero todo lo que brilla no es oro: el estilo no se aprende de la noche a la mañana y sin el consejo de los viejos cantores. Están constantemente ensayando, nunca están conformes ni con ellos mismos, porque todo lo árabe es una lucha hasta con uno, tarareando las melodías con recovecos de sube y baja, hasta que forman un cachañeo gorgoreado en la voz gritada. Son años de aprendizaje, de pulimiento y conocimiento, de pasar metidos en los 'lotes', para impregnarse, contagiarse y meterse hasta en la sangre el ritmo cuequero. Es en los 'lotes' donde se aprende a cantar y a bailar mirando, donde se memoriza el vasto repertorio de de versos y melodías, porque nada está escrito. Este modo de canto nace de casi vivir en la teoría y en la práctica, y es también donde se aprende toda la gimnasia vocal que se hace para sacar la voz gritada y entonada".
Fernando González Marabolí había nacido en Santiago en 1927, y creció entre poetas y cantores de cueca del puerto de Valparaíso. La cueca era una presencia viva en su familia, y a ella se fue apegando sin ninguna instrucción formal, pues todo su conocimiento fue fruto de la experiencia y el autodidactismo. La vida se la ganó como matarife. Su capacidad de relacionar el folclor chileno a disciplinas tales como la filosofía, la historia universal, las culturas vernáculas y hasta la astronomía fue, siempre, sorprendente.
Junto a Nano Nuñez, recibió en mayo del año pasado el Premio a la Cueca Chilena Samuel Claro Valdés, de parte de la Corporación de Patrimonio Cultural de Chile y la Universidad Católica. Poco antes, varios cuequeros le habían rendido un homenaje como “leyenda de la cueca”, en una cena bailable que hacia noviembre del 2004 reunió en un restaurante de calle San Diego a Los Afuerinos, María Esther Zamora, Mario Rojas, Los Porfiados de la Cueca, Los Tricolores, Los Chinganeros y Daniel Muñoz, entre otros.
Su aporte al inicio del grupo Los Chileneros fue fundamental, tal como lo recuerda en estos días Luis Baucha Araneda a la luz de su fallecimiento:
“Él nos regaló casi todas las cuecas que nosotros grabamos en nuestro primer disco (La cueca centrina, 1967). Salimos nosotros como autores, porque a él no le intresaba figurar, no era interesado para nada en la plata. Entonces nunca las registró. Le gustaba ayudar a otros. Él buscó por todas partes para que nosotros grabáramos. Se juntó con Héctor Pavez, con don Rubén Nouzeilles [entonces director artístico de Emi-Odeón]. Fue quien más hizo para que nosotros grabáramos”.
Con el Baucha, González Marabolí compartió su oficio de matarife. Pero incluso ahí era un sujeto excepcional, recuerda el cantor: “Era un hombre muy educado. Leía mucho. Salíamos a tomar once, íbamos a las piscinas de Peñaflor, de Maipú. Las conversaciones que yo tenía con él eran diferentes a las que yo tenía con cualquier otra persona”.

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26 de Septiembre del 2006