jueves, 4 de septiembre de 2008

Cueca

La cueca no tiene un origen claro y sus formas sonoras y coreográficas cambian según sus cultores o la zona del país donde se interprete, sin embargo, y sobre todo en los últimos años, su condición de baile nacional está lejos de ser cuestionado. Porque tras el final de la dictadura militar, donde la cueca fue asociada a las expresiones más rancias y del folclor y a los actos oficiales del aniversario patrio, este género experimentó un extraordinario desarrollo, con nuevos y viejos músicos poniéndola en discos y escenarios. Y es así como hoy día en Chile es posible escuchar cueca en vivo en cualquier momento del año, con una vitalidad que hace honor a su condición de símbolo nacional.

Entre las varias teorías sobre el origen de la cueca hay dos predominantes. La primera es aquella que ve a la cueca como una derivación de la zamacueca peruana. Este baile, cuyo soporte de interpretación es el piano, habría llegado a Chile por medio de partituras para ser interpretada en salones de baile desde 1824. Desde ahí habría pasado al campo, donde se adoptó su nuevo nombre y se desarrolló como baile, por lo que el origen de la cueca la situaría esencialmente como un baile campesino.

La otra teoría sostiene el origen arábigo-andaluz de la cueca. Sus maneras de impostar la voz, el uso de determinados instrumentos como el pandero hexágonal y la forma de cantar en rueda, le brindan evidentes semejanzas con los cantos moros que se desarrollaron en España tras la ocupación arabe entre los siglos IX y XVI. Por eso, la cueca sería sobre todo un canto más que un baile, asociado a espacios de concentraciones humanas, es decir centros urbanos.

Ambas teorías, que se afirman en sendos estudios históricos, musicológicos y antropológicos, de alguna manera coexisten hasta hoy. La cueca campesina versus la cueca urbana son hoy los dos modos fundamentales del género, aunque durante años pareció que la vertiente rural era la única forma de expresión de la cueca.

Es que al margen de su origen preciso, fue del campo desde donde se recogió la cueca a fines del siglo XIX, en tiempos en los que las distinciones entre campo y ciudad eran bastante tenues. Décadas después, hacia los años '20, la cueca fue llegando a los salones de baile de la elite económica y política, que justamente buscaba símbolos típicos para construir la identidad nacional. Son los tiempos de los grupos de huasos y de la idealización del modo de vida campesino que se levanta ante el crecimiento de las ciudades y el surgimiento de los primeros conflictos sociales.

Es entonces cuando la cueca adopta modos más elegantes y sofisticados de bailar, para adecuarse a la solemnidad de los bailes de salón. Su posterior grabación en los discos de 78 fue, entonces, la que llevó a agregar introducciones y presentaciones, en virtud de la necesidad de llenar tres minutos de grabación con piezas musicales que son por definción más cortas. De esa manera se configuraron las formas de la cueca campesina tradicional, que en las décadas siguientes tuvo un especial desarrollo con compositores e intérpretes de la música típica: el Dúo Rey-Silva (1935), Los Hermanos Campos (1935), Fiesta Linda (1953) y Silvia Infantas y los Cóndores (1960), entre muchos otros.

Al mismo tiempo, sin embargo, la cueca urbana desarrollaba otra historia, subterránea y lejos de salones y discos. Llamada cueca brava o chilenera, esta vertiente del género se cantaba en ruedas en mercados, prostíbulos y cárceles, con temáticas bastante menos bucólicas, y con una virtual prohibición por parte de las autoridades.

Recién en los años '40 esta cueca cuenta con un reconocimiento oficial, cuando el Dúo Rey-Silva graba cuecas del veguino compositor Mario Catalán: "Aló aló", "Lárgueme la manga" y "Arremángate el vestido", introduciendo nuevas temáticas a un género dominado por temáticas del tipo "La rosa y el clavel" y "Los lagos de Chile" (Petronila Orellana) y "La consentida" (Jaime Atria), cueca con caracter de canción nacional. El nacimiento de Los Perlas, que más que huasos se caracterizan como "rotos chilenos", las cuecas de Segundo Zamora y las grabaciones de Los Chileneros a instancias del grupo Aparcoa, le van abriendo un espacio a la cueca chilenera que se pierde tras el golpe militar de 1973.

En ese momento, el gobierno militar, como suele ocurrir con los regímenes autoritarios, recogió la vertiente más campesina y desprendida de conflictos de la cueca para levantarla como baile nacional, entregándole junto a las tonadas y la música típica una exagerada difusión. En 1978, de hecho, un decreto oficial de la Junta Militar reconoció a la cueca como baile nacional.

Sólo en los años ‘90 esta rigidez de la cueca se rompió. Las investigaciones de Samuel Claro Valdés, Fernando González Marabolí y el músico Mario Rojas, sumados al tremendo impacto masivo de las grabaciones de Los Tres de las "cuecas choras" de Roberto Parra (un tipo de cueca urbana asociada a la familia Parra), dieron un nuevo impulso al género. Los Chileneros volvieron a un estudio de grabación, aparecieron grupos como Los Santiaguinos, Los Paleteados del Puerto, Los Afuerinos, Las Capitalinas, Los Tricolores, entre muchos otros, quienes protagonizaron un serio y creativo acercamiento a la cueca chilenera.

Hoy ambas cuecas siguen conviviendo, y se presentan en distintos escenarios en Chile a lo largo de todo el año. A ellos se suman las expresiones regionales de la cueca: la cueca nortina, adaptada por bandas a los sonidos nortinos y con ausencia de texto, y la cueca chilota, conocida como cueca larga, cuya estructura no está limitada a las dos estrofas de la cueca de la zona central, sino que a una secuencia indeterminada de seguidillas.

A estas formas típicas de las cueca se suman los experimentos cuequeros que han realizado músicos provenientes de otros géneros de la música popular: Las cuecas espaciales de Florcita Motuda en los '70 ("Esa niñita desnuda"), las cuecas de Los Jaivas ("La quebrá del ají", "Cholito pantalón blanco"), de Joe Vasconcellos ("Frutillas") o del grupo Congreso ("Arcoiris de hollín"). Si bein estos son casos espéciificos, su existencia muestra la enorme cantidad de colores de la cueca, y la buena salud que hoy goza en la música popular chilena.

Jorge Leiva